Toda sociedad, como la Iglesia, necesitaban una reforma, eso es un “renovado fervor cristiano” que había perdido su vitalidad a causa de la “tibieza y mediocridad”.
Antonio María Zaccaria instituyó un movimiento reformador que llevaría a “todos, la energía de vida del Espíritu”, comprometiendo: a sacerdotes que aceptan vivir en comunidad y bajo una regla (Los Clérigos Regulares de San Pablo). Antonio María Zaccaria halló (descubrió) ímpetu y conocimiento, para su proyecto de reforma, en la vida y escritos de San Pablo Apóstol: En él está el ejemplo, el modelo, para quien quiere convertirse a Cristo: para ello Antonio María Zaccaria eligió a San Pablo Apóstol como Patrón inspirador y guía para su movimiento reformador, cuyos miembros fueron llamados originalmente “hijos y plantas de Pablo” (Carta 7).
El mejor enunciado de las Constituciones de 1579, acerca del Carisma del Fundador, lo hallamos en la siguiente expresión: “Saeculo renunciantes, totosque nos Deo dedicantes, animarum salute deserviamus (Renunciando al mundo “siglo” – sirviendo totalmente a Dios, buscamos la Salvación de las almas” (Constituciones. 1.1)
Las Constituciones de 1984 nos dice lo siguiente, acerca de nuestro Carisma:
- Renuncia al espíritu del mundo. Reformamos la mundanidad y cultivamos el crecimiento interior en la Comunidad, con una intensa vida espiritual y ascética.
- Total entrega a Dios. Damos testimonio de nuestra entrega a Dios ante todo con nuestra vida interior y el ministerio pastoral, fundados en el Crucificado y en la Eucaristía.
- Servicio Apostólico a nuestros hermanos. Estamos abiertos a nuestros hermanos y hermanas, incondicional y universalmente, sobre todo por nuestro amor prioritario a los pobres y promoviendo la justicia y la paz.